jueves, 4 de agosto de 2011

Culitos tiernos para un jardinero (XXXI)

Repetición con Ainhoa

Cuando las chicas se fueron, recogí las grabaciones de cada una de las cámaras y no pude evitar el verlas de forma rápida para ver cómo habían quedado. Viendo en la televisión lo que había hecho a las tres chicas me excité tanto que no pude reprimir hacerme una paja a su salud. Sobre todo fue Ainhoa la chica que realmente me excitó. Su cuerpo era simplemente perfecto y la había desvirgado el culo y la boca hacía unos minutos.
No hice más que cerrar el despacho, llegar a casa y pensar en llamar a la chavalita. Necesitaba verla nuevamente a solas para seguir follándomela ahora a conciencia de verdad. En lugar de llamarle, decidí enviarle un mensaje ya que no podía arriesgarme a ser pillado por su familia.
"Ainhoa, soy Adolfo. Necesito verte de nuevo. Tu caso es especialmente grave. Esta tarde a las 17:00 llama a mi despacho. Sin falta. Confirma con un OK".
Tardó unos 15 minutos en llegar un escueto OK a mi móvil como respuesta al mensaje a Ainhoa. Supuse que en ese rato la chica habría estado dando vueltas y vueltas al tema, pero finalmente contestó.
A las 16:30 ya estaba esperando en el despacho, con las cámaras y cintas totalmente preparadas para recibir a la chica, que tocó al timbre a las 17:10.
  • "Hola. Llegas tarde Ainhoa. Tengo mucho trabajo, es sábado y quiero salir pronto. Que no se vuelva a repetir, sino me enfadaré de verdad contigo".
  • "Ehh, no, yo es que, no…. Perdón Don Adolfo. No se volverá a repetir", dijo la chica sumisa mirando al suelo.
Ainhoa vestía zapatillas deportivas de plataforma con colores llamativos, con pantalón de chándal tipo Adidas con piernas anchas pero marcado en el culo y largo hasta casi cubrir las zapatillas. Arriba vestía una camiseta de manga corta ajustada al cuerpo que era lo único que dejaba apreciar que debajo de esa ropa había un cuerpazo.
  • "Que sepas Ainhoa que cuando hace un rato te he dado por el culete me ha encantado y que no he podido resistirme a llamarte lo antes posible. Tu culito ha sido el más estrecho que he probado en mucho tiempo y necesito follármelo nuevamente ahora mismo o sea que vamos a ello".
  • "¿Qué?, no por favor. Don Adolfo, otra vez por ahí no. Por favor, no. Me duele mucho y no lo soporto …".
Mientras la chica rogaba que no la tocase, me levanté, me coloqué detrás de ella y empujándola levemente la espalda la obligué a reclinarse sobre mi mesa hasta que sus pechos se apoyaron en la misma. A pesar que iba rogando que no le hiciese daño sin parar, se dejó empujar y adoptó la posición que yo le estaba forzando sin demasiada resistencia.
  • "Veamos nuevamente ese culito para poder analizarlo ahora más tranquilamente, ahora tú y yo solos, pero antes vamos a evitar movimientos no deseados. Es por tu bien pequeña".
En esa postura, para evitar que se moviese demasiado saqué unas esposas del bolsillo y la até las manos a la espalda mientras la chica no dejaba de rogar que no le hiciese daño. Coloqué unos grilletes en sus tobillos de forma que unía cada uno de ellos a un grillete que coloqué en su cuello, por debajo de la mesa, para que de esta manera, tensando un poco la cadena la chica quedaba totalmente indefensa e inmóvil.
  • "Veamos pues ese culito tan delicioso", dije, ahora sí desatando la cuerda de la cintura del pantalón para después con las dos manos bajar su pantalón hasta los tobillos".
  • "¡No por favor, otra vez no, por favor, no!".
  • "¡¡¡Plaaaaaaaaas!!!", sonó el azote muy fuerte que le di en sus nalgas con la mano abierta.
  • "¡¡¡Auuuuuuuu!!!", se quejó la chica dando un respingo lo más fuerte que le permitían sus ataduras.
  • "Vaya culo que tienes chica. Es acojonante", le dije mientras sujetaba el tanga por la cintura y se lo bajaba igualmente hasta donde había quedado el pantalón.
  • "No, por favor. Por favor Don Adolfo otra vez no por favor. Seré buena de verdad pero no me viole otra vez por favor".
  • Calla zorrita si antes te has corrido como una golfilla. No seas exagerada. Vamos a subir un poquito la camiseta para poder verte la preciosa espalda.
Cogiéndola por la cintura subí la camiseta de la chica hasta casi los hombros por encima de sus pechos, que toqué descaradamente según empujaba la camiseta hacia arriba. Así podía ver con total claridad su perfecta figura y en especial esos hoyuelos encima de las nalgas que tanto me excitaban.
  • "¡¡Auuuu!!, basta por favor", seguía llorando la chica y gemía al haber notado mis manos rozando sus tetas para subir la camiseta.
  • "Liberemos un poco estas tetitas también", le dije repitiendo la jugada con el sujetador después de haberle soltado el cierre de la espalda.
Mis manos ahora quedaron cada una cogiendo con fuerza una de sus tetas que estaban casi aplastadas contra la mesa.
  • "Qué pezoncitos más tiesos tienes pequeña. Lástima no poder mamártelos ahora mismo, pero otra vez será. Al menos vamos a masajearlos un poquito, que sé que te gusta mucho".
  • "¡¡Ayyyy!!, por favor, no. Me duele. Me está haciendo daño por favor", se quejaba la chica muy bajito mientras mis dedos pellizcaban con fuerza sus pezoncitos.
  • "Bueno, cariño que exagerada eres. Seguro que tus amiguitos te los soban y te los pellizcan después de emborracharte y no te quejas tanto, pequeña puta. A ver cómo va mi culito favorito. Esta vez sí que te lo voy a petar con ganas".
Cogí un bote de vaselina y puse una gran cantidad en mis dedos índice y medio de mi mano derecha, que comencé a extender por la entrada de su culo, bien a lo largo de su rajita completa hasta su clítoris, dando por tanto también vaselina a su conejito depilado. Repetí la operación otra vez hasta dejar totalmente brillante y lubricada la entrepierna de la chica, por lo que pasé a lubricar un poquito sus "interioridades". Dando bastante vaselina en mi dedo meñique derecho, lo introduje por el ano de la chica que inmediatamente dio un respingo de dolor y sorpresa.
  • "¡¡Ayyyyyyy!!, otra vez no por favor", dijo al notar su culito lleno nuevamente.
  • "Hija mía, te he medido el dedo meñique, no seas exagerada. Esta vez no quiero dilatarte demasiado el culito antes de darte con la polla. Quiero sentir de verdad como se te abre cuando empuje con la polla.
  • "No, por favor, bastaaaaa", rogaba la chica mientras mi meñique derecho repitió la operación hasta 4 veces llenando de vaselina el culito de la chica. Una vez dentro lo giraba una y otra vez y lo metía y sacaba rápidamente para asegurar que las paredes de su ano estaban perfectamente lubricadas. Quería encularla y verla sufrir un poco, pero no quería rasgarle el culo ni nada parecido.
  • "Esta vez me toca a mí correrme antes que a ti. Esta mañana ha sido al revés o sea que no quiero oír ni una queja. ¿Me has oído?".
  • "Sí señor Adolfo. Pero me va a doler mucho y no creo que me pueda aguantar".
  • "Pues te tienes que aguantar. No quiero oír ni un gritito. Si no me voy a enfadar".
  • "Lo intentaré señor Adolfo, se lo prometo".
  • "Bueno, para no hacerte mucho daño vamos a lubricar un poquito mi polla antes de metértela, pero eso es cosa tuya o sea que ya sabes lo que tienes que hacer. Esta mañana me lo has demostrado, venga abre esa boquita y chupa un poquito cariño", le dije a la vez que daba la vuelta y le golpeaba las mejillas con la polla dura como una piedra".
La chica atada en esa postura tan difícil abrió la boca y como no podía moverse para mamármela simplemente se dejó follar la boca. Yo empujaba, la sacaba, se la volvía a meter, mientras la pobre chica con la boca abierta babeaba haciendo un pequeño charco en el suelo por la saliva que le caía por la barbilla. Mi polla empujaba hasta el punto en que notaba que le hacía arcadas, pero no seguía porque no quería hacerle vomitar. Además quería que durante ese rato de mamada su culito ya lubricada se volviese a cerrar tras la entrada de mi dedo meñique. Lo quería totalmente cerrado para petarlo de verdad.
Pasados 15 minutos de mamada, me di la vuelta y me coloqué nuevamente en el otro lado de la mesa encarando su delicioso culo.
  • "A ver cómo se abre para mí este precioso agujerito. Quiero ver como abraza mi pollita y no la deja salir".
Sujetándome la polla por la base de la misma y empujando un poquito hacia abajo, parecía realmente grande. Quería follármela de esa forma, solo sujetándome la polla con una mano para orientarla perfectamente hacia su culo, pero no tocándole nada más. Su posición de indefensión me permitía este "juego". Mi glande tocó su pequeño ano y recorrió su entrepierna completa de arriba abajo hasta llegar al clítoris.
  • "La verdad es que tienes un coño realmente divino cariño", le dije con mi polla en posición de follármela.
  • "¡No por favor, no me viole. Soy virgen por favor y me puede dejar embarazada. Por favor se lo suplico, no me viole!", rogaba mientras mi glande parecía quererse abrir paso por su rajita, llegando a meter justo la puntita por tan delicioso agujero.
  • "¿Me estás diciendo que quieres que te la meta por el culito, cariño?".
  • "No ve viole por favor, me puede dejar embarazada, por favor", rogaba la chica mientras mi polla seguía a la entrada de su coñito queriendo empujar hasta el fondo.
  • "Como no me digas que te de por el culito te la voy a meter por el coñito, cielo, o sea que tú misma".
  • "Está bien Señor Adolfo. Por favor métamela por el culito, por favor, pero no me la meta por el otro sitio, por favor, por ahí no".
  • "Está bien. Me temo que voy a dejar de momento este estrechísimo coñito. Ya tendré tiempo después. Vamos a por este culete".
Sujetándome la polla por su base con fuerza comencé a empujar sobre su culito. Me excitaba muchísimo ver mi polla desaparecer entre sus nalgas sin más.
La chica apretaba el culo tratando de evitar el intruso que quería colársele, pero era inútil, mi posición era perfecta para petárselo y ella estaba indefensa e inmóvil. Era cuestión de tiempo que mi polla perforase ese culete. En un par de minutos de presión, mi enorme y morado glande desapareció dentro de su esfínter, arrancando un lastimoso quejido de la chica.
  • "Ya pasó lo difícil. Ahora viene lo fácil, pequeña. Disfrútalo y nota como mi pollita desaparece en tu trasero".
Empujé un poco más y mientras la chica lloraba pidiéndome por favor que no la enculase, mi polla se clavó otros 3 o 4 centímetros. La pequeña putilla era realmente estrecha, pero eso me encantaba. Con tan solo 6 o 7 centímetros de mi polla clavados en su culete comencé a jugar metiendo y sacando, haciéndola gemir de dolor. En una de esas sacadas, se la saqué de verdad para volver a metérsela.
  • "Uy, se me ha salido. Pero mejor así, habrá que repetir el paso del glande por este culito tan estrecho. Has sido una chica mala y vas a sufrir un poquito con tu director".
  • "¡Por favor, señor Adolfo!. No más por favor. Por favor, no volverá a ocurrir, me duele muchísimo y no puedo más por favor, me va a reventar ahí detrás. No aguanto el dolor".
  • "Claro que aguantas el dolor pequeña. Ya verás en cuanto se te abra el culito lo vas a pasar en grande. Luego estarás pidiendo a tus amiguitos que te la enchufen por el culo cada fin de semana. Ya lo verás".
Hasta 12 veces le saqué la polla completamente para volver a hundírsela los mismos 7 centímetros. La chica no dejaba de llorar y gemir cada vez que mi glande volvía a atravesar su anito, rojo como un tomate. En la enculada doce seguí empujando con fuerza hasta que mi polla desapareció por completo en su puerta de atrás.
  • "¡¡¡Aaaaaaaaaahhhhh!!!", gimió la chica al notarse llena de polla.
  • "Qué exagerada eres Ainhoíta. Te entra perfectamente en el culo. Vamos a darte ahora con ganas para ver si consigo llenártelo de lechita".
Ahora ya si que cogí con fuerza las caderas de la indefensa chica y me la follé por el culo de verdad. La di todo lo profundo y todo lo rápido que pude, haciéndola gemir y lloriquear sin parar. En 15 minutos, la estrechez de su ano hizo que me corriese y la llenase el intestino de semen.
  • "Muy bien Señorita Ainhoa. Puede usted vestirse. Que sepa que todo lo ocurrido en esta habitación ha sido grabado y será enviado a quien yo quiera si usted se porta mal. ¿Está claro?", dije a la chica mientras se vestía.
  • "Sí, señor Adolfo, está claro", dijo la chica lloriqueando mientras recogía su ropa y se vestía lo más rápidamente posible.
  • "Puedes marcharte. Estaremos en contacto. Hasta luego", me despedía mientras tomaba asiento en mi mesa abriendo la llave de la puerta de la calle.
La chica desapareció sin mirarme a los ojos. No despegaba la vista del suelo como humillada por haber disfrutado de la violación.

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